25 septiembre, 2006

 

Tras el verano

Parece que esto de escribir con cierta constancia no es lo mío. Leo algún que otro blog por esas redes bíticas que son un modelo de perseverancia y originalidad. ¡Qué vergüenza! Pero bueno, es que si uno tampoco tiene mucho que contar que pueda interesar a alguien y encima no es ningún maestro de la prosa para entretener y provocar una sonrisa... mejor dejarlo.
La cosa es que salvo el incidente de la definicón de "Audiófilo" en la Wikipedia en español, poca cosa divertida o interesante ha pasado, que tenga relación con esto del audio (por supuesto las vacaciones y otras muchas cosas sí han sido interesantes y divertidas, pero esta página no va de eso -creo-). Para los que no sepan de lo que hablo, que se den una vuelta por aquí: Audiófilo es bastante divertido leerse la discusión y también los comentarios que hay en la "consulta de borrado". La definición que puede leerse ahora está algo capada, la primaria era mucho más cañera y esos pequeños matices de "algunos", "ocasionalmente", etc. no estaban y se han suprimido párrafos enteros que provocaban algo de confusión. Aún así sigue siendo, a mi modesto entender, algo que parece estar más en contra de la audiofilia como interés y afición por los aparatos, procedimientos y tecnología relacionados con la obtención de "buen sonido" (cualquier cosa que eso sea) que por dar una definición clara de qué se considera como audiófilo. Alguno de los participantes sugiere hacer una encuesta, otros parece que consideren a los audiófilos seres enfermos e irracionales, otro propone ceñirse estrictamente a la etimología... En cualquier caso es un ejemplo bastante realista de cómo manejamos las cosas en España: Básicamente mal, sin intentar llegar a un acuerdo (lo de lograrlo ya debe ser un milagro), arrimando cada cual el ascua a su sardina y evitando ponerse en la piel del que tiene la opinión contraria. Debe ser algo que hemos heredado de nuestros ancestros latinos, griegos, fenicios, árabes, celtas, íberos y godos, entre otros. Con esa riqueza cultural debe ser complicado llegar a acuerdos satisfactorios para la mayoría. De entrada porque no hay mayoría para nada. Seguimos siendo pequeñas tribus de tipos básicamente cabreados con las otras. Es penoso lo permeables que somos para adoptar los principios culturales, morales y sociales de otros pueblos que no tienen nada que ver con nosotros y lo mal que se nos da practicar la tolerancia entre nosotros mismos.
Aunque no lo parezca, eso tiene bastante que ver con el estado de la "audiofilia" (lo entrecomillo porque el palabro parece que no existe en nuestro idioma y por tanto cada cual puede entenderlo como le dé la gana) en nuestro país. Algo así como entre penoso y lamentable, con toques patéticos.
Tenemos por una parte la tribu de los "supermegaguais" (alias "pitufos" en algunos entornos) que básicamente ven esto del audio (no lo entrecomillo porque esto sí lo acepta el Diccionario de la RAE) como una manifestación más de su poder adquisitivo y afán de parecer (¿ser?) exclusivos y diferentes a la masa. Su problema no es que gasten más dinero en cacharros de lo que parecería razonable y sensato a cualquier persona con una economía entre modesta y media, es que lo hacen para fardar de ellos (¿ante quién?) por lo bonitos, lo mucho que pesan y sobre todo, por lo caros y exclusivos que son, y no porque proporcionen un resultado, tanto audible como medible, que tenga el más mínimo interés. Eso sí, labia y creatividad para describir experiencias místicas escuchando ¿música? no les falta.
Por otra parte tenemos la tribu de los "todosuenaigual" (alias "rojos" en algunos entornos) que tras detenidas y minuciosas pruebas de escucha en condiciones bastante controladas, no consiguen (ni ellos ni los "pitufos" que se prestan a esas pruebas) encontrar diferencias significativas entre diferentes lectores de CDs, amplificadores de transistores, cables y otros muchos aparatos de audio. Su problema no es que pretendan presentar como hechos científicos generales cosas que puntualmente sí tengan un valor demostrativo, ni siquiera que evangelicen a los interesados en el audio convenciéndoles de que no merece la pena andarse con refinamientos escogiendo aparatos por su sonido; su verdadero problema es que no aplican el mismo rasero de duda y crítica sistemática con sus propias pruebas, que el que aplican con las paridas que se leen en las publicaciones especializadas, los folletos de los fabricantes y la mayoría de comentarios de los "audiófilos supermegaguais". Si a esto le añades una generalizada falta de respeto personal por los que piensan distinto o muestran desacuerdo, tenemos un panorama aún peor.

Pero el verdadero problema es que los que están un poco en medio de estos dos extremos (ambos respetables, por supuesto, cada uno hace con su tiempo y dinero lo que le da la real gana siempre que no ofenda a otros -esta parte del ofender a veces se olvida-), quienes tienen verdadero interés por la música y no por las grabaciones audiófilas, ni las compilaciones de buen sonido, ni los tonos de pruebas, ni el uso de un polímetro y por ninguna de las otras muchas desviaciones de lo que se supone es el fín último de un equipo de audio, tampoco hacemos gran cosa por lograr un cierto consenso y coexistencia pacífica. Siempre he pensado que es mucho más difícil construir y crear que criticar y demoler. Más difícil unificar y convivir que separar y discutir. A veces me gustaría ser menos vago y tomar el camino difícil, pero ir solo lo hace aún menos apetecible.

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