29 enero, 2006

 

Mala suerte

Hablo de la que tuvo el músico español Juan Crisóstomo de Arriaga, nacido en Bilbao exactamente 50 años después que W.A. Mozart. El pasado viernes, 27 de Enero se cumplían 200 años de su nacimiento y poco o ningún eco ha tenido la efemérides, oscurecida por la más notable y mundialmente reconocida de los 250 años del aniversario mozartiano. De él se ha dicho que era el Mozart español. No sé si será para tanto o es más un típico comentario propio de estas tierras, tan dadas a umbilicar lo propio con o sin fundamento, las más de las veces sin él. Para los que quieran conocer algo sobre su vida y obra, aquí se puede consultar una breve semblanza biográfica: http://www.filomusica.com/filo22/jenri.html

Pero su mala suerte no fue nacer el mismo día que Mozart y que eso oscurezca su recuerdo. Su mala suerte fue nacer de una familia que no pudo o no supo educarle y potenciar su don como sucedió con el insigne salzburgués. Su mala suerte fue ir a parar al conservatorio de París en una época en la que mediocres dogmáticos, profesores a la sazón como en tantas universidades y escuelas incluso en nuestros días, tenían bien poco que enseñarle y sobre todo miedo a que pudiera ser mejor que ellos, anclándole al respeto de las formas tradicionales y a imitar la estética italiana imperante en aquellos años. Su mala suerte ya había sido nacer en un país en el que la música tiene menos apreciación popular que otras muchísimas actividades, pero el colmo de su mala suerte fue morir con 20 años de tuberculosis, una enfermedad curable hoy en día, pero eso sí, muy romántica.

De nada sirve especular con lo que este hombre podría haber llegado a ser, si realmente era un genio de la talla de Mozart o Beethoven, o tan solo un buen compositor. Sea como fuere, nos quedan unas pocas obras y la capacidad de disfrutarlas. Parece que lo más grabado y alabado por los entendidos son sus cuartetos de cuerda, pero también hay grabaciones disponibles de su sinfonía en Re, la ópera "Los Esclavos Felices", el quinteto para piano y cuerda... algunas en ediciones muy asequibles de Naxos.

Sirva este humilde sitio y comentario para fomentar el recuerdo y el interés por la obra de Arriaga.

15 enero, 2006

 

Al grano

No tengo ni la más remota idea de si esto lo leerá alguien, pero tampoco la tengo de por qué dedico algo de mi tiempo a escribir aquí, así que la cosa se compensa. La viriasis va mejor, gracias por preguntar. El tabaco sigue igual, ése no cambia, solamente sube de precio y lo puedes consumir en menos sitios públicamente. Lentamente me estoy convirtiendo en un apestado, un marginado social, dentro de poco no tendré derecho a la vida, no solamente consumo aire de uso público y comunitario, sino que además lo contamino. Claro que no veo por qué es más nocivo mi humo que el que proyecta uno de esos maravillosos 4x4 mil válvulas que solamente se tragan unos doce litros de gasolina a los cien. Si al menos los utilizaran para recorrer el Gobi, en vez de para llenar las calles de hierro y volver el cielo de esta ciudad de un gris plomo preocupante...

Bueno, al grano, que de eso se trataba. Se supone que esto es un blog de audio, música y alguna que otra cosa, no al revés.

Esto del audio es una cosa bien curiosa, desata más pasiones por el medio que por el fín. Los aficionados dedican más tiempo a escoger los aparatos que utilizarán para escuchar música que a escuchar música. Y todavía más tiempo a defender sus criterios y buscarles justificación que a valorar si tienen un criterio, o si no lo tienen, construirse uno. Un criterio no es una opinión, las opiniones son como el ombligo, todo el mundo tiene uno y parece que es un gran deporte mirárselo fíjamente. Opinar es sencillo, basta que se te ocurra algo, vas, lo dices y si te dan la razón perfecto y si no, también, como tal opinión te la deben respetar y si no lo hacen, siempre puedes recurrir al viejo truco de cagarte en algo, recordar ancestros o entrar en la personalización hiriente. Pero eso no da mayor solidez a una opinión, tan sólo desacredita a quien recurre a esos mediocres medios para defenderla.
El criterio en cambio requiere algo que cada vez es una actividad más rara (por infrecuente y poco extendida) que es la reflexión. Para tener un criterio primero hace falta tener un objetivo. Eso en un mundo que cada vez se mueve más por modas y actos compulsivos, es algo casi inexistente. Una vez se tiene ese objetivo, se necesitan las herramientas para conseguirlo. Por una parte la capacidad de valorar si nos acercamos o nos alejamos a ese objetivo a cada paso que damos. En audio esa herramienta es nuestra percepción, aunque dependiendo del objetivo, pueden ser perfectamente las mediciones electroacústicas. ¿Por qué no? Allá cada cual con sus objetivos. Por otra parte la experiencia necesaria para saber si nuestra percepción es correcta y válida, o si por el contrario tenemos alguna limitación perceptiva que nos impide obtener evaluaciones adecuadas. Una limitación perceptiva grave es estar sordo. Pero se puede no estar sordo y no ser capaz de distinguir sutilezas, o simplemente por no tener bien definido un objetivo, estar utilizando medios inadecuados para evaluar lo que queremos valorar.
Y ahí es donde entramos directamente a saco en "el asunto". El mundillo del audio, la alta fidelidad, la hifi, high-end o como se lo quiera llamar, está plagado de cretinos, no ya solamente en cuestiones técnicas, sino también en cuestiones musicales, perceptivas, psicológicas, sociales, culturales, aspectos de convivencia elemental... una lista excesivamente larga para que quepa aquí. Y esa estulticia se extiende desde el ámbito de los diseñadores-fabricantes, pasando por los vendedores, críticos y otros profesionales, hasta llegar a los propios aficionados, los más cretinos de todos porque se tragan todos los cuentos que les quieran contar y gastan su dinero sin saber qué compran, por qué lo compran, qué uso le van a dar ni qué objetivo pretenden conseguir. Si la gente destinara más tiempo a educar su criterio, a salir de la mediocridad y a respetar al prójimo, sin duda el "audio" sería otra cosa y probablemente contribuiría en algo a que el mundo fuese un lugar mejor.

13 enero, 2006

 

Otra viriasis

Pues eso, segundo día de absentismo por culpa de un maldito bicho, seguramente un Coxsackie A que me habrá pegado algún crío de la familia en estas pasadas Navidades. No me dolía así la garganta desde que a los cinco años me amputaron al grito de ¡Ay madre! mis amígdalas. Recuerdo el ruido que hicieron al caer al cubo de la basura. Está bien, algo adelgazaré, no puedo comer nada caliente, ni salado, ni ácido, ni sabroso. Pero puedo fumar, aunque me duele más. Creo que lo que no puedo es dejar de fumar. Mi mujer quiere que lo deje, pero yo no sé si quiero. O quizá quiero pero no puedo. O tal vez no la quiero lo suficiente como para hacer el sacrificio. O no quiero admitir que no puedo dejarlo. O sí puedo pero no tengo claro si quiero. No sé lo que quiero, pero sí lo que me gustaría: ser capaz de fumar solamente uno o dos cigarrillos al día sin estar con un monazo de aúpa el resto del tiempo. Creo que eso a estas alturas ya no es posible. Habrá que seguir dándole vueltas al asunto.

Y hablando de asunto ¿Alguien tiene la más remota idea de por qué hay tanta mala gente cutre suelta por el mundo? Tengo una teoría: La maldad cutre, esa que se basa en la envidia, las verdades a medias, tirar la piedra y esconder la mano, la ignorancia y la estrechez de miras, es patrimonio de mediocres. No todos los mediocres son malvados, pero ¡hay tantos mediocres! Todo es una cuestión de probabilidades. Por lo mismo que nunca me toca la Primitiva hay tanta mala gente cutre suelta. Habría que hacer un estudio para determinar si hay más mediocres malvados que mediocres buenas personas. Y otro para determinar qué porcentaje de la población es mediocre. No, éste mejor no lo haremos. Lo bueno de la mediocridad es que ningún afectado se siente aludido, todos nos sentimos especiales, únicos, irrepetibles y en posesión de la verdad. Nadie tan especial como yo puede ser mediocre ¡Faltaría más!

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