13 enero, 2006

 

Otra viriasis

Pues eso, segundo día de absentismo por culpa de un maldito bicho, seguramente un Coxsackie A que me habrá pegado algún crío de la familia en estas pasadas Navidades. No me dolía así la garganta desde que a los cinco años me amputaron al grito de ¡Ay madre! mis amígdalas. Recuerdo el ruido que hicieron al caer al cubo de la basura. Está bien, algo adelgazaré, no puedo comer nada caliente, ni salado, ni ácido, ni sabroso. Pero puedo fumar, aunque me duele más. Creo que lo que no puedo es dejar de fumar. Mi mujer quiere que lo deje, pero yo no sé si quiero. O quizá quiero pero no puedo. O tal vez no la quiero lo suficiente como para hacer el sacrificio. O no quiero admitir que no puedo dejarlo. O sí puedo pero no tengo claro si quiero. No sé lo que quiero, pero sí lo que me gustaría: ser capaz de fumar solamente uno o dos cigarrillos al día sin estar con un monazo de aúpa el resto del tiempo. Creo que eso a estas alturas ya no es posible. Habrá que seguir dándole vueltas al asunto.

Y hablando de asunto ¿Alguien tiene la más remota idea de por qué hay tanta mala gente cutre suelta por el mundo? Tengo una teoría: La maldad cutre, esa que se basa en la envidia, las verdades a medias, tirar la piedra y esconder la mano, la ignorancia y la estrechez de miras, es patrimonio de mediocres. No todos los mediocres son malvados, pero ¡hay tantos mediocres! Todo es una cuestión de probabilidades. Por lo mismo que nunca me toca la Primitiva hay tanta mala gente cutre suelta. Habría que hacer un estudio para determinar si hay más mediocres malvados que mediocres buenas personas. Y otro para determinar qué porcentaje de la población es mediocre. No, éste mejor no lo haremos. Lo bueno de la mediocridad es que ningún afectado se siente aludido, todos nos sentimos especiales, únicos, irrepetibles y en posesión de la verdad. Nadie tan especial como yo puede ser mediocre ¡Faltaría más!

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